sábado, 30 de junio de 2012

Histeria colectiva o el comando de los loros


¿Habéis observado lo que pasa cuando se juntas dos o más loros? Son aves bastante inquietas, pero al estar juntos se contagian todavía más su hiperactividad, que traducen en gritos y graznidos- o lo que quiera que se llame los sonidos estridentes de los loros- y se van poniendo más y más nerviosos, hasta crear verdaderos pandemonios colectivos.

En los últimos tiempos, he terminado por no acudir a las reuniones de la comunidad de vecinos, siempre que puedo. El motivo no es insolidaridad, ni que no me interesen los temas a tratar -casi siempre sobre algo que hay pagar, pero mejor saber qué pagas-, ni que me caigan mal mis convecinos a nivel personal, no. El motivo es que me resisto a acabar contagiada de lo que mi amiga Carmen, psicóloga, llama “el comando de los loros”.

Os explico cómo se genera el “comando de los loros” que, aclaro, puede darse en una reunión de propietarios, una de amigos tomando unas cervecitas o una simple charla entre compañeros, en principio, todas ellas totalmente inofensivas. Yo pongo de ejemplo las caóticas reuniones de mi escalera de vecinos, porque es donde más se me ha presentado en las narices el dichoso “comando”.

La cosa empieza con tranquilidad y cívica educación, y se empiezan a desarrollar los temas de los que hay que ocuparse. Hasta aquí, bien; pero, en algún momento, alguien dirá algo que hará que uno o más de los presentes se envare, como si le hubieran tocado la fibra sensible. Puede ser al hablar de algún gasto comunal, o de lo que el que interviene ha sufrido a consecuencia de una avería, o de los “desmanes” de algún vecino jeta, insolidario y, desde luego, no presente en la reunión, o de cualquier otro minúsculo e inevitable contratiempo, a poder ser, al margen de la “orden del día”. Eso empieza a desencadenar el síndrome “loro”, donde los ojos se abren, cual si salieran de un trance, las cabezas se alzan, atentas y alarmadas, y los cuerpos en aburrido relax se ponen en tensión, listos para intervenir.  Basta un comentario que de pie a que uno o dos de los “loros” sientan que ahí hay tema. Ejemplo práctico:

Se habla de la necesidad imperiosa y no aplazable de reparar la fachada del edificio; una vecina, de repente, recuerda el comentario que le hizo alguien que, a su vez, padeció la restauración de su vivienda; suelta:
-         - Fulanito me dijo que en su comunidad les costó XXX, y cuando empezaron descubrieron que había que arreglar también las tuberías…-

Inmediatamente, “loro dos”, que llevaba rato pensando que aquello iba a traer desastres a la comunidad, aporta:

-Pues, aquí, los bajantes están hechos un asco…También habría que cambiarlos-

El presidente intentará, condenado al fracaso, imponer el buen juicio de tratar el caso que nos ocupa, exclusivamente, y dejar el resto de posibles problemas –que todavía no nos han hundido las viviendas- para otro momento. Pero los “loros” ya han hecho presa en un tema “jugoso”, con polémica, y que, sin duda, atraerá a otros loros.

-Sí, sí, por eso tengo humedades en un rincón del techo del cuarto de baño- intervendrá un tercer  “loro”, que ya forma corrillo con los dos anteriores.

-¡Y yo, y yo!- intervendrá un cuarto “loro” y, con suerte (mala), un quinto. E inmediatamente, los “loros”, crispados, se cruzarán de brazos o los pondrán en jarras, acercándose unos a otros, sin ni siquiera darse cuenta, para formar frente común y defensivo ante quien les discuta o quiera disuadir de no hablar de las manchitas de condensación que se forma en sus techos de la ducha…¡Y ya está formado el “comando loro”! Puede darse por supuesto que, el tema inicial de la reunión- tratar del importante desembolso de una dolorosa cantidad de dinero, para reparar la fachada- se verá relegado, e incrementado, por el hecho urgentísimo de que también hay que cambiar (¡ay, Dios!) los bajantes de agua de la toda la finca….Los “loros”, alterados, así lo vocean, auguran húmedos desastres si no se hace, añaden fatalistas ejemplos de conocidos que los sufrieron, detalles técnicos- dignos de un arquitecto avezado- que demuestran la vital importancia de unas manchas en un rincón del techo…El presidente de la comunidad opta por callarse; los “loros”, a esas alturas, se han hecho dueños de la situación, bracean y gritan sus consignas desastrosas y reparatorias , han conseguido más partidarios resignados a hundir todavía más en la miseria económica a la ya esquilmada comunidad…El resto observa, tenso, mudo y desconcertado…Y, no tardará en aparecer el “loro” capaz de rizar el rizo de los desastres vecinales comunitarios: alguien, con aire de suficiencia y fatalidad, añadirá al panegírico de fatalidades que “a mí, el último albañil que arregló el tejado, me dijo que tenemos los cimientos de la finca muy mal, porque los suelos se inclinan un poco.., ¿no lo habéis notado?”…Eso desatará el pánico más absoluto y disfrutado, con el que los “loros” se pondrán a elucubrar sobre el ingente desembolso que se necesita hacer para dejar el edificio “en condiciones”…Y servidora siente la necesidad de huir, de dejar de escuchar intuidos posibles desastres, de recuperar la cordura y centrarse en los problemas uno a uno y no a montones, reales o no….O de irse de alquiler o a vivir en medio del campo más solitario.

Por eso he dejado de acudir a las reuniones de vecinos, siempre que no se reclama mi presencia perentoriamente…No soporto el tremendismo de los “loros” o, como también lo explica más formalmente mi amiga psicóloga, la histeria colectiva que saca a flote todos los temores sobre algo cotidiano…Nada de lo que se dice es tan grave, nada tiene porqué acabar en desastres y todo puede arreglarse, con serenidad y poco a poco. Pero la histeria colectiva espera agazapada en cada grupo humano, para imponer el miedo, el caos y…”el comando de los loros”.

1 comentario:

  1. Cierto. Son odiosas las conversaciones "loriles" de las reuniones de vecinos, donde finalmente no se habla de los temas que iban en el orden del día, sino de lo que loro jefe quiere que se hable. Y todos loreando como locos, con graznidos mayores a los del loro de al lado. Además, los loros chillones acostumbran a ponerse juntos, como si de loros reales se tratara.
    Hasta otra reunión vecinal, jamía. Resiste y no te me vuelvas loro ;-D
    Besitos

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