domingo, 1 de marzo de 2015

Ser originales o creativos




La creatividad, la originalidad (para muchas personas esas palabras son sinónimas, aunque no tienen porqué serlo) son bienes etéreos que pueden convertirse en materiales, con esfuerzo y constancia…y un poquito de buena fortuna, si la buena suerte existe o se genera. De cualquier modo, ser creativo u original es algo que todo el mundo busca y desea.

Desde jóvenes andamos a la caza de ese proyecto propio, brillante y fuera de lo común con el que sorprender al resto por nuestro ingenio, perspicacia o sabiduría bien aplicada. Los años pasan, mientras deseamos que alguien descubra lo originales que son nuestras ideas, pensamientos o formas de concebir y plasmar el mundo. Algunos, pocos, consiguen que los demás les admiren por sus inventivas o sus talentos. Muchos más, tendremos que conformarnos con nuestros “cinco minutos de gloria” puntuales, y con suerte.

Pero, ¿qué es ser original o ser creativo? ¿Está eso destinado solo a un grupo de afortunados escogidos por el destino? ¿O todas y cada una de las personas tenemos nuestra propia genialidad, nuestra faceta creativa, única y valorable?



Qué es ser creativo

Empecemos por definir qué es la creatividad, aunque la mayoría creamos saberlo o entender lo que se determina generalmente por tal cosa.

Creatividad es todo aquello que nuestra mente discurre y crea para innovar en cualquier campo o actividad humana. Esa sería una definición muy básica, porque la realidad es que existen cientos de definiciones para la creatividad, dependiendo del contexto en el que se la situe.  Los límites para determinar que algo es creativo son confusos, personales y casi siempre subjetivos. Esta ambigüedad se aprecia más fácilmente en el mundo del arte, donde una obra que puede ser apreciada como altamente creativa por unos, puede ser percibida por otros como pretenciosa o irrelevante.

 ¿Qué es lo importante en la creatividad, entonces?
La respuesta a esa pregunta se me antoja tan obvia, ahora, que no puedo concebir que los demás no la sepan como yo:

Lo importante al crear, sea lo que sea, es el disfrute del creador. Todo lo demás, la admiración ajena, la emulación o no de la obra, el éxito o fracaso de lo creado, los beneficios o la falta de ellos que genere, todo, es menos importante que la satisfacción que ha producido ese camino creador. Ese es el mejor premio que un creador pueda recibir y lo que le impulsará a seguir mejorando, creando y animándole a mostrar su obra.

Y, si realmente lo que haces es bueno, está hecho con amor y honestidad, y te has esmerado en aprender y mejorarlo, siempre habrá quien sepa apreciarlo. Lo que es seguro es que el orgullo y disfrute de ese proceso de creación seguirán en ti.



¿Todos somos creativos?

Si nos remitimos a que la creatividad es una condición y habilidad humana, todos absolutamente nacemos con esa capacidad, en un ámbito u otro de la vida. Da igual que sea en una de las consideradas especialidades artísticas o en una tarea concreta; todos somos potencialmente creativos en una o, posiblemente, varias facetas. Eso no significa que debamos ser  los mejores en esa actividad, sino que tenemos un modo personal e intransferible de hacerla bien, de innovarla o de sublimarla aún más.

¿Qué haces bien?

El misterio de ser creativos es que no es tan solo un simple procedimiento mental, intelectual. Hay algo de intuitivo, vocacional o espiritual en ello. Muchas personas tienen claro desde muy pronto en sus vidas lo que se les da bien y les gusta hacer, no solo en el ámbito profesional o laboral, sino aunque sea como simple afición. Pero muchas otras se sienten confusas respecto a lo que de verdad desean o pueden realizar. En el segundo caso, la impaciencia y la inseguridad tienen mucho que ver.

Los comienzos son siempre inmaduros y llenos de dudas y contratiempos. Ningún artista realiza su mejor obra al primer intento; ni nadie nace enseñado, por más que le atraiga una actividad. Los mejores inventos no habrían sido posibles sin pruebas, ensayos y muchas horas de estudio y, desde luego, sin los primeros fracasos. Como dice la famosa frase: “la diferencia entre un triunfador y un fracasado es que el primero no se rindió”…, o algo así.

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